sábado, 13 de abril de 2024

Tú eres pascua, aunque tus proyectos fracasen, si mantienes la confianza en hombres y mujeres y dejas a Dios ser Padre y Madre.

Eres pascua, aunque tu vida parezca estéril, si te sientes habitado por su presencia amiga que misteriosamente te acompaña y salva.

Eres pascua, aunque en nada destaques, si bebes en sus manantiales y te conformas con ser simplemente cauce.

Eres pascua, aunque andes errante, si compartes lo que eres y tienes y despiertas alegrías en otros caminantes.

Eres pascua, aunque seas débil y torpe, si escuchas su palabra serena y abierta –"Soy yo, no temas"– y dejas que florezca.

Eres pascua, aunque pidas pruebas para creer, si besas las llagas que otros tienen y esperas entre hermanos su presencia.

Eres pascua, aunque tus manos estén vacías, si te abres al otro, el que sea, y le dejas que ponga tu corazón en ascuas.

Eres pascua, aunque no lo creas, aunque te rompas en mil pedazos, aunque mueras en primavera..., porque Él pasa y te libera.

Eres pascua, aunque tengas las puertas y ventanas cerradas, porque Él te ama y se hace presente para abrirte a la vida y alegrarte. Amén

 

miércoles, 10 de abril de 2024

2024 ABRIL MEDITACIÓN EUCARISTICA.

LA PRINCESA CHINA

Jesús sacramentado la Pascua nos recuerda tu oferta y el don de tu vida por cada uno de nosotros. Siempre podremos realizar contigo el camino del esfuerzo, de la bondad y de la gratitud. No nos dejas jamás solos. Sentimos siempre tu presencia enriquecedora y salvadora. Escuchemos esta bella historia de superación y de identificación con la hermosura del amor y de la bondad.

La Princesa china: En el antiguo Imperio chino vivía una princesa que estaba en edad de casarse. Su padre, el emperador, le animó a que escogiera marido entre todos los súbditos del imperio. Quería para ella al hombre más hermoso, valiente e ingenioso del mundo.

Se enviaron mensajeros por todas las regiones. Los jóvenes que creyeran tener esas cualidades podían presentarse en el palacio en el día señalado. En una lejana región vivía un hombre muy hábil. No era nada hermoso. Los rasgos de su cara revelaban que era cruel y malvado, hosco, violento. Era un ladrón y un asesino. Pero se le ocurrió una feliz idea para participar en la selección. Le encargó al mejor artesano de máscaras una que expresara la máxima belleza, ternura, gracia. El mismo ladrón quedó impresionado con los resultados. Era realmente perfecta. Se la colocó, y en vez de los rasgos duros y violentos, su rostro reflejó candor, belleza, dulzura, valor.

La princesa lo seleccionó sin la menor duda entre el grupo de sus pretendientes. A todos superaba por su belleza y prestancia. Cuando el ladrón comprendió las consecuencias de su trampa, se puso a temblar de miedo: Sabía que, cuando se descubriera el engaño, el Emperador lo mandaría matar. Para salir del problema, le dijo a la princesa que no era conveniente acelerar el noviazgo y que le diera un año para prepararse para tomar una decisión tan transcendental. A la princesa le pareció buena la idea y le agradó que fuera un hombre, además de bello y elegante, prudente.

Como en todo el imperio lo conocían como el pretendiente y prometido de la princesa, no tuvo más remedio que empezar a desempeñar ese papel. Debía cuidar las palabras que decía, actuar con elegancia y delicadeza, ser valiente, mostrar coraje y misericordia. Así, fue aprendiendo a actuar con bondad y generosidad, comenzó a ser compasivo y piadoso; ayudaba a los menesterosos, combatía las injusticias, consolaba a los tristes...

Pero había un abismo entre la máscara y el corazón. No podía olvidarse de quién era en realidad. Su espíritu se consumía de resentimiento, le incomodaban los halagos de la gente, le horrorizaban sus propios engaños

Y llegó de nuevo el día de volver a palacio y presentarse a la princesa. Iba decidido a contarle toda la verdad y asumir las consecuencias. Llegó, se echó por tierra, la saludó, y entre muy amargas lágrimas le contó todos sus engaños:

- Soy un bandido, un malhechor. Me hice esta máscara tan sólo por contemplar el interior del palacio y poder admirar a la mujer más hermosa del imperio. Nunca pensé que podría elegirme. Cuánto siento haber aplazado un año sus planes de matrimonio...

La princesa se enfadó mucho, pero sintió curiosidad por ver quién era, por contemplar al hombre depravado que se ocultaba tras la máscara. Y le dijo:

- Me has engañado, pero te perdono porque has sido capaz de contar a tiempo toda la verdad. Sólo te pido un favor para dejarte libre: quítate la máscara y déjame ver tu rostro.

Temblando de miedo, el bandido se quitó la máscara. Al verlo, la princesa se enfadó y enfureció:

- ¿Por qué me engañaste? ¿Por qué llevas una máscara que reproduce a la perfección tu propio rostro?

Y era cierto. El rostro verdadero se había identificado con la máscara. Un año entero de esfuerzo por ser como la máscara, lo había cambiado por completo. Si te juntas con personas alegres, te irán comunicando su alegría. Si tus amigos son trabajadores y honrados, tú también lo irás siendo. Huye de los amargados, falsos y corruptos porque te inocularán su veneno, y te irán haciendo como ellos. Practica con tesón la sonrisa y la bondad hasta que tallen tu rostro. Suelta tus músculos, cubre de alegría tus miedos. No importa cómo has sido hasta ahora, imita la virtud, proponte ser alegre, servicial y trabajador y verás cómo cambia tu rostro y tu corazón. Te pasará como al ingenioso pretendiente de aquella bella princesa.

Jesús continúa sosteniendo nuestra vida por el camino del bien y del amor. Amén

 

domingo, 7 de abril de 2024

COMO TOMÁS

Creo, si veo tu rostro,

Confieso tu nombre, si te veo primero,

Me arrodillo, si me demuestras que existes.

Creo, si toco tu cuerpo,

Confieso tu presencia, si me pones fácil el descubrirte.

Me arrodillo, si me dejas ver los agujeros que los clavos dejaron.

Creo, si me abres tus manos taladradas.

Confieso tu resurrección, si me dejas buscar tu costado traspasado,

Me arrodillo, si no me pides demasiado a cambio.

Señor;

¡Qué difícil resulta creer sin ver!

Seguirte y proponer a otros que te sigan,

Conocerte e indicar a los hombres ese mismo camino,

Acogerte y, anunciar con alegría, que Tú vives en mí,

Ayúdame, Señor:

A no cerrar las puertas por miedo a nadie.

A no cerrar las puertas por temor a nada.

A no cerrar las puertas para que me descubran en amistad contigo.

A no cerrar las puertas para no dar la cara por Ti.

¡Qué difícil, Señor!

Llevar la paz, que sólo Tú conoces, a un mundo violento.

Llenar de alegría, una realidad tan mediatizada por la tristeza.

Sentirnos enviados, ante tanta incomprensión y rechazo.

¡Te he visto, Señor!

¡Con eso me basta para seguir adelante!

 

 

sábado, 6 de abril de 2024

Lunes 8 de Abril

FESTIVIDAD DE S. VICENTE FERRER

Horario de misas:

- 8 horas (en el altar de S. Vicente Ferrer)

- 20 horas

 

2024 CICLO B TIEMPO DE PASCUA II

DOMINGO DE LA MISERICORDIA

 

Los discípulos de Jesús han tenido una experiencia inaudita: «Hemos visto al Señor» le dicen a Tomás que no se encontraba con ellos y los escucha con escepticismo. Necesita comprobarlo personalmente: «Si no veo en sus manos la señal de sus clavos... y no meto la mano en su costado, no lo creo». Solo creerá por su propia experiencia.

A los ochos días Jesús se presenta de nuevo a donde estaban los discípulos y se ofrece a satisfacer sus exigencias: Y le muestra sus heridas para que las toque. Pero en ese momento Tomás se da cuenta que esas heridas no son prueba de nada, sino signos de su amor entregado hasta la muerte.

Tomás experimenta la presencia del Maestro, que lo ama, lo atrae y le invita a confiar. Tomás, el discípulo que ha hecho un recorrido más largo y laborioso que nadie hasta encontrarse con Jesús, llega más lejos que nadie en la hondura de su fe: «Señor mío y Dios mío». Nadie ha confesado así a Jesús.

A esta comunidad cerrada, doblada en sí misma, que no se abre, que tiene miedo, que se está enfermando. Y sin embargo Jesús viene a ella. Y no por encima, ni a distancia, sino está en medio de ellos. El, el maestro de los maestros, nos enseña a manejar la imperfección de vidas. Su método no consiste en recriminarles su actitud y sus miedos, nos les echa en cara nada, simplemente se acerca a ellos y les ofrece la paz como regalo; a los que no creen, ofrecen otra oportunidad.  Por eso hoy celebramos el domingo de la misericordia infinita que Dios tiene sobre cada uno de nosotros y sobre la humanidad. Si está vivo, nuestra vida cambia. Está en medio, y dice: Paz a vosotros. Ni un deseo, ni una promesa, es mucho más, una declaración: la paz está contigo, está aquí, ha comenzado; no es mérito, es un regalo.

La resurrección no cerró los agujeros de los clavos, no curó las heridas del costado y de la espalda. Porque la muerte en la cruz no es un mero accidente que superar: esas heridas son la gloria de Dios, el punto más alto del amor, la gran belleza de la historia. En ese amor corporal escribió su historia con el alfabeto de heridas, las únicas que no engañan. Indeleble ahora como amor mismo.

Este discípulo, que se resiste a creer de manera ingenua, nos va a enseñar el recorrido que hemos de hacer para llegar a la fe en Cristo resucitado a los que ni siquiera hemos visto el rostro de Jesús, ni hemos escuchado sus palabras, ni hemos sentido sus abrazos.

Por eso Jesús nos invita a todos a profundizar más allá de sus dudas: No seáis incrédulos, sino creyentes. No hemos de asustarnos al sentir que brotan en nosotros dudas e interrogantes. Las dudas, vividas de manera sana, nos rescatan de una fe superficial que se contenta con repetir fórmulas, sin crecer en confianza y amor. Las dudas nos estimulan a ir hasta el final en nuestra confianza en el Misterio de Dios encarnado en Jesús.

miércoles, 3 de abril de 2024

 

2024 ABRIL PASCUA:

 AMOR DE CRISTO HASTA EL EXTREMO

 

En esta semana de la octava de Pascua venimos a ti Jesús eucarística para sentir tu presencia liberadora y sanadora. Tu solo eres el único que después de tu pasión y muerte en cruz llegaste a la vida plena, por tu entrega, por tu generosidad y por tu amor incondicional a cada uno de nosotros. Nos amaste cuando todavía éramos débiles y pecadores, cuando vivíamos en la oscuridad y en la confusión. Tu puedes librarnos de toda esclavitud y de toda maldad. Nos abrimos a tu presencia para compartir tu vida de resucitado para encontrar aliento y ánimo para nuestro caminar.

 

Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo. Los suyos entonces eran los que le veían: Juan y Pedro y los demás compañeros. Hoy los suyos somos tú y yo, todos nosotros; por lo tanto: “Habiendo amado a los suyos, es decir, a los que hoy están en el mundo, los ama hasta el extremo”.

Esto es la Eucaristía: el amor de Cristo hasta el extremo para ti, para mí, durante toda la vida. Porque la Eucaristía es poner a tu disposición toda la omnipotencia, bondad, amor y misericordia de Dios, todos los días y todas las horas de tu vida. En cada sagrario del mundo Cristo está para ti todos los días de tu vida. Según sus mismas palabras: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Al decir con vosotros, es decir contigo, conmigo.

El sol no te alumbra o calienta menos a ti cuando alumbra o calienta a muchos. Si tú solo disfrutas del sol, o hay millones de gentes bajo sus rayos, el sol te calienta lo mismo... te calienta con toda su fuerza.

Así, Cristo se ha quedado solo para ti en la Eucaristía, como si tú solo lo visitaras, tú solo comulgaras, tú solo asistieras a la misa. Allí está, pues, Cristo, medicina de tus males; pero pide como el leproso: “Señor, si quieres, puedes curarme”. Pide como Bartimeo: “Hijo de David, ten compasión de mí”. Pide como el ladrón: “Señor, acuérdate de mí, cuando estés en tu Reino”.

Allí está a todas horas, solo para ti, el único bien verdadero, el único bien perdurable, el único amigo sincero, el único amigo fiel; el único que nos tiende la mano y nos ayuda y nos ama en la juventud, en la edad madura, en la vejez, en la tumba y en la eternidad. Cada uno tiene sus problemas, fallos, miedos, soberbia... tráelos aquí; verás cómo se solucionan. Cristo tiene soluciones. Jesús ha querido quedarse en el Sagrario para darnos una ayuda permanente”.

 

Que esta Pascua del 2024 Jesucristo resucitado, es capaz de quitar las piedras que cierran el camino hacia la vida. Más aún, Él mismo, el Viviente, es el Camino; el Camino de la vida, de la paz, de la reconciliación, de la fraternidad. Él nos abre un pasaje que humanamente es imposible, porque sólo Él quita el pecado del mundo y perdona nuestros pecados. Y sin el perdón de Dios esa piedra no puede ser removida. Sin el perdón de los pecados no es posible salir de las cerrazones, de los prejuicios, de las sospechas recíprocas o de las presunciones que siempre absuelven a uno mismo y acusan a los demás. Sólo Cristo resucitado, dándonos el perdón de los pecados, nos abre el camino a un mundo renovado.

Sólo Él nos abre las puertas de la vida, esas puertas que cerramos continuamente con las guerras que proliferan en el mundo. Cuántas víctimas de tantos conflictos que están en curso en el mundo, comenzando por los de Israel y Palestina, en Ucrania y de los demás lugares de nuestro planeta. Que Cristo resucitado abra un camino de paz para las martirizadas poblaciones de esas regiones.

En esta semana de la octava de Pascua en que celebramos la vida que se nos da en la resurrección del Hijo, recordamos el amor infinito de Dios por cada uno de nosotros, un amor que supera todo límite y toda debilidad.

Que la luz de la resurrección ilumine nuestras mentes y convierta nuestros corazones, haciéndonos conscientes del valor de toda vida humana, que debe ser acogida, protegida y amada. Amén